Porém, Ulises Fingal era um poeta. Um poeta da descoberta, como Manuel Antonio o fora. Desde as suas longínquas praias divisara os mares adentros, os naufrágios e as travessias, os fundos marinhos onde repousam Templos asulagados tempo atrás.
E com o seu morse telegrafado no céu, narrou as lendas, dirigindo as goletas nas suas rotas polos océanos até ilhas ignotas e afastadas. O combate contra as bestas marinhas, as campás a dictar o rumo, as sereias, as colisões e afundimentos...
E ainda, contam que uma manhá, na praia onde ficara com os restos do velame da sua embarcação, Lugrís deixara escrito numa botelha esta nota:
Mensaje a Manuel Antonio
Rodando por celestes reversas geografías,
inventando en tu sueño dársenas puras, playas
de desmedidas, lentas arenas silenciosas
y vírgenes del aire con sus dedos de músico:
ausentes de las alas, nostálgico de bosques
y de lunas domésticas con grillos y maíces,
de soles como panes calientes o doncellas,
y aquel decir de pájaros en la hora de or
cuando tu corazón se embarca cantando
en las verdes goletas del continente séptimo,
como un adolescente piloto enamorado.
Pipa de espuma y ojos de antiguas mocedades
como un vino inicial lleno de fuerza y cánticos,
como una copa con estrellas destruidas,
y las preciosas lágrimas que destilan los senos
de las sirenas cuando solloza el plenilunio...
Oh poeta mayor del Cabildo de Nuestra Señora
.jpg)
de los Mares. Oh Trovador marino,
tu voz de caracola florece entre las algas
como un coral de sangre y llamas palpitando;
así en la tierra ausente la amapola en los trigos.
Por los largos jardines del mar pasas cantando,
tañendo tu acordeón de anfibias voces por las serenas
alamedas sin pájaros y con medusas pálidas,
con peces con estrellas fugaces o luceros;
la orquídea del pulpo, el colibrí hipocampo,
las grandes tuberosas rosas de los moluscos
donde los graves coros del mar se quintaesencian
para más tarde, sobre las playas solas,
repetir con el viento, en sus espiras puras,
del mar los gregorianos oficios funerales...
Gran Señor de los Pazos del Mar, sube a tu torre
de ámbar, y deja que tus ojos gocen
de tu azul heredad, de las violetas
fragas y los alcores de muertes coronados,
de desguazadas formas marineras. Todo
esto ya es tuyo para siempre. Mira
en la intocada fronda ruiseñores de escama,

mirlos de sal, palomas de nácar encendido,
y en el cristal nocturno el pez-luna fingiendo
para tu soledad una sonata inédita,
«apassionata» y triste como tus fantasías.
Mira sobre las aguas graves de los estanques
sin riberas pasar la negra góndola del cisne
real, que desde un norte con hielos y nelumbos
desciende, para verte, hasta tus bosques hondos;
y allí grazna sin voz sus misteriosas sagas.
Todo esto es tuyo, oh dulce compañero de Is,
y el ron de los Sargazos, el licor de los muertos,
madura para ti en los majuelos náufragos,
en los largos otoños del desterrado mar.
Con tu pipa de espuma cargada de fisálias
vigilias la vendimia, y un rumor de albarinos
triza tu corazón con terrestres saudades;
sólo por un instante, y es grande la tristeza.
Tu corazón entonces por un instante aflora,
-es la noche y la luna en el mar de Galicia-,
y un halago de mieses trae el terral y pinos;
y el pescador callado contempla con asombro
aquella roja estrella palpitando en las aguas,
auqel rubí al garete sobre el verde profundo
del mar. Y una infinita paz le florece el alma,
en tanto huyen los peces de la olvidada red.
Urbano Lugrís (De «Atlántida», nº 11 e 12, Crunha, 1955)
Sem comentários:
Enviar um comentário